Hace 90 años, en 1922, dos años antes de que Antonio
Palacios concluyera el famoso edificio del ayuntamiento de O Porriño, La Cueva
abría sus puertas como establecimiento de comidas y bebidas para servir a los
porriñeses y a los visitantes. Sin embargo, su historia se remonta mucho más atrás
en el tiempo, y encuentra su origen en el siglo XVI, cuando el edificio del
actual La Cueva era un hospital de peregrinos conocido como Hospital Madre de Dios.
Por aquel entonces, el Camino de Santiago recibe un impulso
revitalizador, y el pueblo de O Porriño nace con vocación de servicios al
viajero eventualmente ligado a su condición de cruce de caminos entre Galicia,
Portugal y la meseta. Su situación privilegiada lo convierte en un espacio
ideal donde el caminante puede hacer parada y fonda. Es ahora, a mediados del siglo XVI, cuando la zona pantanosa al borde
del río Louro, un lugar de pastos en las antiguas Ervilione y Louriñea,
comienza a crecer a buen ritmo: las construcciones van levantándose al pie de
los caminos que llevan a Vigo y Santiago, y hacia la meseta, y el mítico Juan Porro abre
su taberna, bautizándolo con el nombre de O Porriño, o «lugar de Porro». En ese
cruce de caminos nacería también La Cueva como el Hospital Madre de Dios.
Las antiquísimas
piedras de la casa de comidas y alojamiento de La Cueva están, por lo tanto,
intrínsecamente unidas al nacimiento de O Porriño como lugar de servicios. Y
probablemente fuera ese carácter alojador y amigable, esa particular
connivencia entre lo popular y lo privado que significan los establecimientos
de hostelería (hostelería,
etimológica y pragmáticamente, proviene de acogimiento),
el que propiciara a constituir nuestra comunidad de personas, nuestro pueblo.
La Cueva, como
hemos observado, era entonces un hospital, pero por aquellos tiempos los hospitales no eran tal y como hoy los conocemos. Se daba servicio a los enfermos, sí, pero la fe
cristiana interpretaba el hospital como, propiamente, una casa de Dios que concedía
protección a quien buscara auxilio entre sus muros; como así reza el capítulo
53 de la regla de San Benito donde se dispone todos los que vinieren, sean recibidos como Jesucristo, pues el mismo
dijo: Huésped fui y me recibísteis. Por otra parte, el carácter teúrgico
de la medicina medieval motivaba que los hospitales, u hospicios (del latín. hospes «anfitrión») fueran establecimientos
donde el peregrino, el pobre y el necesitado pudieran satisfacer sus
necesidades, haciendo parada y fonda. Allí podían curar sus heridas y enfermedades, pero también comer, alojarse y rezar. Y así, un revelador testimonio popular del siglo XII
indicaba sobre los hospitales que La
puerta se abre a todos, enfermos y sanos / No solo a católicos, sino aún a
paganos / A judíos, herejes, ociosos y
sanos / Y más brevemente, a buenos y profanos.
Aquel primer establecimiento
del que procede La Cueva era, pues, un lugar de acogimiento. Era un lugar de
hospitalidad: es decir, un hospital, un hospicio. Así, el 14 de mayo de 1569,
según documentos conservados en el Archivo Diocesano de la Catedral de Tui, el
noble más apoderado de la zona, Don Alonso Arias de Saavedra y Sotomaior, del
Casal de Froila, hace una donación testamentaria al Hospital Madre de Dios del
Porriño, donde se dice: Y
asimismo mando al hospital del Porriño veinte ducados con los que se aderece el
dicho hospital, y asimismo le mando cada año, mientras mis herederos fuesen
usufrusctuarios del lugar del Porriño, que den al dicho hospital una manta cada
año, que valga catorce reales, y un real para paja, para las camas de los
pobres, y, mas dos reales cada año para retejar el dicho hospital, y si el
dicho hospital cayese o parte de el, que a costa de mis bienes se levante y
sustente de la manera que agora esta, y asimismo mando hacer en el dicho
hospital dos lechos de madera que cuesten cuatro ducados” . . . “Ytem mando que
si los dichos mis hijos legítimos y que yo al presente tengo e Nro. Señor fuere
servido de me dar o la dicha mi hija natural Dios fuere servido de los llevar
de esta presente vida sin dexar herederos como esta dicho atrás y los dichos
mis bienes los hubiere de haber y heredar Alonso Arias mi sobrino y los hijos
de Ines Arias mi prima, como esta dicho atrás, sean obligados a dar trescientos
ducados demás de lo que tengo mandado al hospital del Porriño, para que se haga
mayor casa para el dicho hospital, y que los frutos del dicho lugar y coto del
Porriño, se pongan en arriendo, quien mas diere, por ellos, y hasta que no
pongan y den los dichos trescientos ducados para se hacer el dicho hospital, no
entren ni se apoderen de los dichos mis bienes” . . . “Ytem dexo por mis testamentarios
a Catalina Pereyra mi muger y a Gutierre Falcón vecino de la villa de Vigo, y a
Rodrigo Castro escribano de la villa del Porriño por que se pueda mejor cumplir
lo que toca al hospital del Porriño.
Una centuria más tarde, rayano el siglo XVII, el hospicio
cambiaría puntualmente de ubicación, y el Hospital Madre de Dios se convierte
en cárcel pública. Así, en un Memorial de bienes que pertenecían al Monasterio
de Melón fechado el 26 de mayo de 1655 encontramos este particular cambio de
actividad indicando que la casa número 281 es “la Casa de la Cárcel de la villa del Porriño que antes fue hospital”, y la
casa siguiente es “la casa del hospital
público que antes fue y sirvió de cárcel e la poseyó Maria Vazquez, Bastian
Duque y despues Diego Fernandez”.
No sabemos cuando retomaría de nuevo su función, pero a mediados del siglo XIX el historiador Francisco Ávila sigue dando testimonio de que en este lugar se encuentra un muy reducido Hospital de Pobres en su plaza pública dedicado a la Madre de Dios, el cual halló existía ya allí en el año 1569, antiguamente estaba destinado para curar enfermos pobres y dar posada a peregrinos, pero actualmente lo está solo para albergue de los pasageros necesitados que hacen noche en el Porriño, consistiendo sus rentas en seis ferrados de menudo y 16 reales y medio en dinero.
En 1922, y hace ya 90 años desde aquella, la antigua casa que en el XVI se convirtiera en hospital de peregrinos, que luego fuera cárcel pública, y más tarde establecimiento donde los caminantes podían encontrar refugio, volvería a abrir sus puertas ya con el nombre de La Cueva, para continuar su tradición de ofrecer a los porriñeses y los transeúntes un sitio donde reposar y retomar fuerzas, mediante la comida y bebida, en un ambiente acogedor. Desde aquel entonces hasta hoy día, han sido tres generaciones familiares ininterrumpidas de servicio en la hostelería de O Porriño. Compartiendo su historia y su tradición. Como siempre se ha hecho en la misma casa, para el pueblo de O Porriño, con el que nació y sigue creciendo. Como se lleva haciendo aquí desde hace 450 años.